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Venus in Fur, por AHIGE

Del director Roman Polanski, la película es una adaptación de la obra del dramaturgo estadounidense David Ives, estrenada en Broadway en 2011.

Después de un día de audiciones de actores para la obra que va a presentar, Thomas se lamenta de la mediocridad de los candidatos; ninguno tiene la talla necesaria para el papel principal. En ese momento llega Vanda, un torbellino de energía que encarna todo lo que Thomas detesta: es vulgar, atolondrada y no retrocedería ante nada para obtener el papel. Pero cuando Thomas la deja probar suerte, queda perplejo y cautivado por la metamorfosis que experimenta la mujer: comprende perfectamente el personaje y conoce el guión de memoria. (FILMAFFINITY).

Algunas Críticas:

Un juego de dominación y sumisión.- Esteban Roman.

La historia tiene lugar en un teatro parisino. Thomas (Mathieu Amalric) es un director de escena que prepara una adaptación teatral de La Venus de las pieles, la novela decimonónica del escritor austriaco Leopold von Sacher-Masoch (origen etimológico del término masoquismo). Tras un día de audiciones infructuoso, a última hora aparece Vanda (Emmanuelle Seigner), una actriz que pide una oportunidad. Aunque parece vulgar, resulta una actriz refinada con un conocimiento del texto sospechoso.
Empieza un juego de dominación y sometimiento en tres capas. En primer lugar, director y actriz comienzan a ensayar y representar la adaptación de la novela de Von Sacher-Masoch, basada en la experiencia real del escritor que firmó un contrato con la escritora Fanny Pistor para convertirse en su esclavo durante seis meses.

En segundo lugar, se despliega un ejercicio de sumisión de los personajes de la película sobre los ejes de los masculino y lo femenino, pero también sobre el eje director-actriz, es decir, sobre el poder. Emmanuelle Seigner y Mathieu Amalric ya habían protagonizado juntos la aclamada La escafandra y la mariposa, de Julian Schanbel. La química (o antiquímica) entre ambos es perfecta.

Polanski castiga a Polanski

Y, por último, Polanski convierte la película en un irónico juego de masoquismo: el actor francés, peinado como el joven Polanski, comparte parecido físico con el director (Mathieu Amalric con los labios pintados es un sosías de Polanski en El quimérico inquilino).

El colmo de las autorreferencias entre la tensión sexual director-actriz se completa con el protagonismo de Emmanuelle Seigner, su mujer desde 1989, y el hecho de que, como director, Polanski ha tenido relaciones con otras actrices de sus películas como la fallecida Sharon Tate (El baile de los vampiros) o Nattassa Kinski (Tess).

La Opinión.- Lola López Modéjar

Polanski ha ido en La Venus de las pieles mucho más lejos que la obra homónima de Masoch, mostrándonos, no solo la sensualidad de una relación sado- masoquista, sino, a mi entender, la estrecha relación que existe entre lo que, con demasiada simpleza, denominamos femenino y masculino, cuya frontera difumina Polanski hasta límites insospechados. La película es una obra teatral sobre una novela, por lo que los juegos metaficcionales son constantes (contempla en su interior una propuesta sobre los procesos creativos nada desdeñable) pero, sobre todo, nos habla de los roles de género, de la fortaleza y dominio de la mujer y la sumisión y vulnerabilidad del varón, de la pasividad de este y la actividad y dominio de aquella, de las diferentes identidades que albergamos. Y todo ello en un juego inteligente y preciso, tan siniestro a veces que el espectador queda perplejo, expectante, sin saber a qué atenerse.

AHIGE.- Santiago Fernández Guillamón

“Existe en la vida de los hombres una extraña combinación de poder y privilegio, de dolor y carencia de poder” (Kaufmann)

Roman Polanski nos ofrece, en su particular visión de la obra de Von Sacher-Masoch “La Venus de las pieles, una oportunidad magnífica para reflexionar sobre la vivencia del erotismo y la seducción desde una perspectiva de género;

En su relato teatralizado, donde la protagonista femenina asume el rol crítico de la obra original y la visión propia del adaptador, se ven reflejados muchos de los ingredientes de la vivencia subjetiva de la experiencia del amor y de los vínculos entrelazados entre el dominio y la sumisión que esa misma experiencia presenta desde los cánones de la cultura patriarcal en la que estamos atrapados.

Creencias relativas al poder de seducción de las mujeres y la extrema vulnerabilidad de los hombres ante la misma, la polaridad y complementariedad entre el dominad@r y la sumis@, el temor a la manipulación atribuida a las mujeres y la frustración e impotencia de los hombres cuando nos sentimos superados emocionalmente, se muestran en el triple relato que representan los dos protagonistas como una sola historia y que culmina con la misma frase que comienza “ …y dios lo castigo poniéndolo en las manos de una mujer”, a forma de vendetta.

Muestra también, quizá sin proponérselo, la tensión y el juego de poder en que se debaten hoy las relaciones afectivas desde la nueva ubicación social y personal de las mujeres con el consabido desconcierto de los hombres.

Muchos más matices decoran esta cinta que, sin duda, da para un buen y rico debate.

Fuente: AHIGE

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