Para nosotras, las hijas y las nietas de las mujeres que fueron marcadas por el destino de la guerra civil española, hablar hoy de ellas es un deber de la memoria.
En nuestras manos, lejanas en el tiempo ya revanchas y sufrimientos, es más fácil recoger el testimonial femenino, es como digo, un deber, un deber de urgencia histórica pues muchas de ellas octogenarias, están en el camino último de sus días.
Los testimonios orales de la contienda, de la represiva posguerra, del destino fatal que persiguió a los vencidos, es necesario para poder comprender los datos históricos que salen hoy a la luz.
No podemos dejarlos de lado, no debemos hacer la vista gorda a las batallitas del hambre, a las miserias dichas a media voz, es de ley recoger sus testimonios porque de su miedo y de su silencio digno se han hecho nuestras infancias.
Sin entrar en las ideas de género y sin juzgar machismos pasados de moda, es necesario crear espacios, fondos orales y testimoniales.
Necesario es para entender una época que se nos ha negado, borrada del mapa, enterrada en la amnesia y el olvido.
Cuando yo era pequeña, mi madre y mi tía se reunían en verano, y era inevitable el recuerdo de los días del hambre, de las croquetas de aire, del frío de una ciudad de provincias desgarrada por la guerra, de las visitas al padre en prisión, del pan blanco del estraperlo y del día en que mis tíos volvieron de Francia, a punto de cerrarse las fronteras europeas, cuando en casa todavía no habían mantas y lo único que las protegía del frío eran los capotes militares que cosía mi abuela y que habían sido su única forma de subsistencia.
Estos recuerdos comunes, este tapiz de puntadas dolorosas me persiguió siempre, no era capaz de encontrar esa realidad en los libros de texto y acudía a ellas una y otra vez cuando quería saber como fue la vida de una niña de guerra, superviviente de las bombas de la Legión Cóndor.
Después descubrí que ese destino fue común de una gran parte de los hombres y mujeres de este país, y si, es verdad que las mujeres fueron doblemente perdedoras, que se les negó el pan y la sal de los derechos conseguidos por la República, que se les cerró la boca bajo el yugo del machismo franquista.
Descubrí además que la historia con mayúsculas que se escribe en las universidades no es nada sin el cotidiano, sin la realidad de la tradición oral.
Sin darme cuenta, durante años se fue generando este proyecto que se llama MUJERES EN PIE DE GUERRA y que ha nacido siempre con una intención continuadora, es una propuesta global y extensible a todos y todas, porque en cada comunidad debería existir un fondo oral con lo que fue la vida corriente en los tiempos de la República y también en los tiempos del franquismo.
Porque si no sabemos que ocurrió con las mujeres que sobrevivieron a la matanza de Sberenika no podremos nunca explicarnos, ni entender los datos reales de la guerra en los Balcanes.
Por eso le llamo proyecto global, porque no hablo solo de las mujeres de nuestra guerra civil, que es a día de hoy mi preocupación y la base de mi trabajo, pero me preocupan tanto unas como otras y lo que pregunto es;
¿cómo y qué sienten las mujeres en las guerras? ¿cómo las viven? ¿ cómo se sobrevive desde un ámbito, puramente femenino a ellas?
Dicho así es todo muy fácil, si entre todos recogiéramos la lucha diaria en minas y fábricas, cárceles y escuelas, en el cotidiano de nuestras vidas pequeñas, nos sería más fácil saber quienes somos, contra qué combatimos, cuáles los errores de los que aprender, cuál es el leif motive de nuestra lucha hoy.
Por eso es válido un proyecto como MUJERES EN PIE DE GUERRA, porque nos da la voz a nosotras, las mujeres de mi generación y a ellas, y juntas podremos escribir, pintar, grabar, crear a partir de la realidad una historia nueva, contada de viva voz, para que nunca volvamos a vivir días negros y para devolver la dignidad a quien la durísima vida que impuso el franquismo silenció impunemente.
Susana Koska
REFERENTES
SARA BERENGUER
Militante de CNT y SIA
“Ya antes del estallido social de 1936 un grupo de mujeres conscientes y libertarias pensó sacar a la juventud obrera del analfabetismo. Pero se dieron cuenta que en particular la mujer, social y culturalmente estaba sumergida en la ignorancia.
A través de los sindicatos, ateneos populares y grupos femeninos existentes, las mujeres españolas entraron en contacto y dieron a conocer sus ideas en el boletín Mujeres Libres.
El 19 de julio fue para la juventud femenina la eclosión del pensamiento, el deseo de participar en la libertad y en la lucha. Aquel estallido fue para nosotras, como si en la roca dura e inaccesible, hubiera fluido el agua a borbotones.
¿Cual fue la luz que abrió caminos a la mujer?
Sin empuje de nadie más que de su propia conciencia, ayudó en la lucha armada para defender al pueblo.
Mujeres Libres organizó talleres de mecánica y de confección para ayudar a que la revolución se llevara a cabo. Empuñaron el fusil con la misma pasión que el combatiente y comprendieron la necesidad de afrontar la retaguardia, el equilibrio de la lucha que comprendía guerra y revolución.
La emancipación cultural fue una de las preocupaciones de Mujeres Libres. No hubo necesidad de dar muchas explicaciones, sino de iniciar la ideas, cultivar el intelecto y darle la posibilidad al deseo de saber y aprender.
Las responsabilidades femeninas se desdoblaron,; las que tenían una preparación social y cultural superior ayudaron a un sin fin de jóvenes en la construcción de un mundo nuevo.
Valores iguales aunque distintos en la manera de enfocar y ver los problemas, hombre y mujer al unísono, cada uno con su condición. Aquella revolución fue el verdadero progreso de valores femeninos, hasta entonces ignorado, para nosotras fue un intercambio de solidaridad permanente en la lucha por la vida.
La liberación femenina y la libertad de un pueblo mísero y explotado.
Pero no olvidemos que el hombre es hombre y que arrastraba atavismos ancestrales y les costó aceptar nuestra decisión, comprender nuestros propósitos, nuestra lucha, que no la de ir contra el hombre, sino la de superarnos, estar a su lado en la contienda social, la que había de liberarnos a todos.
Nada podía parar a un pueblo frustrado y traicionado por los militares, hombres y mujeres despertaron a la vida de inmediato, no se preguntaron si podían o sabían, se entregaron con valentía y heroísmo.
Las agrupaciones de Mujeres Libres fueron el crisol que alumbró a las mujeres en nuevas sendas. Adquirieron confianza en sí mismas, independencia, rompieron las cadenas ancestrales, la vida nos colmaba de sueños sin pensar que nadie pudiera arrebatárnoslos…
¡Como íbamos a pensar en el barbarismo que seguiría tras la victoria del franquismo!
Todos nuestros esfuerzos terminaron en un larga marcha hacía el exilio, el dolor de perder cuánto habíamos creado, los encarcelamientos en masa y los asesinatos de hombres y mujeres que valientemente se habían revelado contra la imposición de un régimen avasallador y sanguinario.
Nuestro trabajo continuó desde el exilio, ayudando en lo posible a los que habían quedado atrapados en las garras del fascismo, no solo en España sino en la Europa ocupada por los nazis.
Hoy quedamos pocas, pero podemos decir que hemos contribuido de la mejor manera posible, a la lucha por la emancipación femenina.”
MARÍA SALVO
Militante de JSU
«14 de abril de 1931. Proclamación de la República. En aquella época asistía a una escuela laica, con un profesorado joven y progresista. Ese mismo día, la maestra pone la bandera republicana en el balcón y suspenden la separación de aulas entre niños y niñas, ese mismo día empezamos a compartir juegos en el patio.
Mi padre estaba exultante, no tanto mi madre, fiel a sus creencias religiosas.
En 1934 tengo que abandonar la escuela, mi madre cae enferma y mi padre está en el paro. Mi hermano, obrero metalúrgico y o nos hacemos cargo de la situación familiar. Pero también es el primer enfrentamiento con mi padre, que ve bien que mi hermano asista a clases después del trabajo, pero no en mi caso, puesto que el futuro de las mujeres de entonces era casarse en las mejores condiciones y punto. Pero ese no es el futuro que yo quiero para mí. Con la ayuda de mi madre y mi hermano gano esa batalla y asisto a clases nocturnas, donde mis inquietudes de tipo social van tomando forma.
El día 19 de julio de 1936, se deben celebrar en Barcelona las Olimpiadas Populares, organizadas por los partidos de izquierdas y en contraposición d las Olimpíadas de la Alemania de Hitler. Mi hermano iba a participar en ellas siendo un nadador de renombre. Miles de deportistas de España y Europa se encuntran en ese momento crucial en Barcelona. El acto deportivo no tuvo lugar, pero muchos de aquellos jóvenes antifascistas participan junto al pueblo a sofocar la sublevación militar.
Se inicia la Guerra Civil. 32 meses de guerra
Mis inquietudes sociales son firmes, el ambiente general y la actitud de mi hermano, voluntario desde los primeros días, hacen que me una a las JSU (juventudes Socialistas Unificadas) a partir de ese momento, participo en todas las actividades de ayuda y solidaridad que requiere la intendencia de una ciudad en guerra.
En enero de 1939 derrotada la República emprendo el camino del exilio. Recluída en un campo de concentración francés, soy devuelta por la fuerza a España, junto a otras mujeres y niños. Somos entregadas en la frontera de Irún por la Gendarmería francesa a la Guardia Civil española.
En abril de ese mismo año, comienza la Segunda Guerra Mundial.
El regreso a Barcelona y a la España de Franco es desolador. El país aterrorizado, en unas condiciones de miseria difíciles de explicar. Persecución de los republicanos derrotados, la pérdida de todos los derechos adquiridos con la República, familias deshechas, miles de encarcelados, fusilamientos indiscriminados…
Esta situación social y moral del país es el revulsivo que me indujo a incorporarme a la lucha clandestina antifranquista.
En 1941 soy detenida y encarcelada. Juzgada por el Código Militar, soy condenada a 3º años de reclusión mayor.
Cumplo 17 años de condena, los de mi juventud, en distintas prisiones franquistas. Esa experiencia es fundamental en mi vida y merece un capítulo a parte.
Muchas veces el transcurso de la vida de una persona es producto de unas circustancias, estas influyen en un sentido u otro. Por mi parte, el camino que emprendí en mi juventud lo seguí firme, sin apartarme de él.
Luché con la convicción de que un mundo mejor, era y es posible.”
ROSA LAVIÑA
Juventudes Libertarias y SIA
“Hoy, leyendo los testimonios de las compañeras que vivieron el infierno en los campos de exterminio y las cárceles de Franco, me siento inferior.
Yo tuve más suerte que ellas, porque a pesar el cautiverio que viví en Argelés y otros campos en Francia siempre encontré quien pudo ayudarme. Eso no quiere decir que no haya sufrido el destierro y el duro camino del exilio entre las bombas de la aviación franquista, pasamos mucha hambre y penalidades, frío y miseria. La pérdida de mi padre al pasar la frontera y otras pruebas que tuve que superar sola, pero siempre encontré ayuda y el coraje para seguir adelante.
A los 3 días de estar en Argelés encontré una buena amiga que me buscó trabajo en la enfermería del campo, así pude ayudar yo a los que estaban en peores condiciones que las mías, allí hice muy buenos amigos. El cocinero del campo, me cogió cariño, le recordaba a su hija que había quedado en España y cada día me esperaba con un plato de comida, por la noche me guardaba las sobras y yo las compartía con las compañeras de mi barraca.
Éramos 45 mujeres y niños en cada barraca, este es un solo y pequeño ejemplo de cómo nos ayudamos a superar este difícil trance.
Mi lucha ha sido pasiva, pacifista pero rebelde, nunca quise coger un fusil, no creo en la violencia y sí creo, todavía hoy en la educación para cambiar la sociedad por la cultura.
Estando en el campo, conocí a mi compañero, Pedro y juntos iniciamos la vida lejos de los campos de arena, él fue el padre de mi hija, y junto a él desde SIA ayudamos siempre a los que habían quedado atrapados en la terrible España de Franco. Sin embargo, Pedro murió joven a los 38 años y yo me quedé sola con mi pequeña.
Sin embargo nunca dejé de colaborar en lo que pude, seguí adelante, ayudando siempre que me necesitaban.
Hoy, siempre que puedo, explico mis experiencias a los jóvenes, en charlas o conferencias, esto me da ánimos, tenemos que recuperar la memoria, no podemos dejar que se repita. Conociéndola le hacemos frente.
Entre todos debemos continuar adelante con esta labor.
Me alegra que muchos jóvenes continúen luchando por lo que nosotros, jóvenes entonces emprendimos.
Debemos seguir todos juntos, luchando, como decía Pedro en sus cartas, hacia el bien de la Humanidad.”
ROSA DIAZ
Mi tía Rosa vivía en San Sebastián cuando comenzó la guerra civil y tenía 10 años.
Es la segunda de cuatro hermanos, su hermana pequeña que entonces contaba cinco años, era mi madre.
Mi abuela, Angela era cocinera en una gran casa de la ciudad que en ese momento era el balneario de la aristocracia madrileña. Su compañero Gabino Díaz de la Senz de ideas anarcosindicalistas, era zapatero a medida y tenía tienda propia donde se calzaba la nobleza.
En los primeros días de la revuelta fue nombrado Comandante de Intendencia de la fábrica de calzados Tello, que fue colectivizada y donde se hacían botas para los milicianos.
En uno de los primeros bombardeos contra San Sebastián su casa fue destruida por el barco de guerra Comandante Cervera y la familia inició entonces una larga y penosa vida de refugiados de guerra.
“ Nosotros íbamos al refugio de La Tabacalera, un día que la cosa estaba más tranquila, mamá dejó el refugio y se llevo a las dos pequeñas, una de ellas era tu madre, subieron a casa y mi hermano y yo nos quedamos en el refugio. Hubo un gran estruendo y al momento empezó a llegar gente diciendo que era un obús que había caído en nuestra casa. Imagínate el desconcierto, nosotros muertos de miedo salimos a la calle. La casa había quedado partida por la mitad, solo quedó la cocina y la escalera. Tu abuela estaba en la cocina con las niñas, vivíamos en un quinto piso, todo estaba lleno de polvo y escombros y por aquella escalera bajo tu abuela con una niña en cada brazo.”
Perseguidos y cercados por las tropas de Franco, huyeron a Bilbao donde vivieron el asedio de la ciudad durante nueve meses. Los bombardeos allí eran más feroces aún y los recuerdos de mi tía Rosa son muy vívidos:
“ Una vez después de un bombardeo, me escapé del refugio, porque me había quedado separada de mi madre y mis hermanos, todo estaba cubierto de un polvo azul, olía a pólvora y de entre la humareda de los edificios derrumbados por las bombas, salían mujeres llorando, las gentes iban buscándose los unos a los otros, desesperados, todo iba como a cámara lenta y no se podía respirar, los encontré a todos, cada vez que nos encontrábamos todos era un momento de felicidad total”.
Rosa y su hermano menor Paco fueron inscritos en las listas que el Gobierno Vasco creó para la evacuación de los niños a distintos países de acogida; Francia, Bélgica, Inglaterra y la Unión Soviética.
En los periódicos de la época se instaba a la población a evacuar a los niños y alejarlos así del infierno de la Legión Condor.
“El Gobierno Vasco va a acometer una de las obras que más van a enaltecerle. Alude al traslado de varios grupos de niños españoles a Francia, niños que quedarán apartados de la guerra, con sus penalidades, sus inquietudes y sus horrores. La infancia es un tesoro sagrado, y los gobernantes sensibles e inteligentes están obligados a velar por la riqueza nacional, poniendo a resguardo de la destrucción los tesoros de la patria. ¿Y qué mejor y más valioso tesoro que la infancia?”
El Imparcial. 5.marzo de 1937.
Su partida fue la última que un barco hizo desde el puerto de Bilbao.
Fue en el barco Habana en junio de 1937.
“ Yo estaba como loca por ir, todo el día dándole la tabarra a mi padre, un día le dije que en Bilbao nos iban a matar en un bombardeo…y así lo conseguí. Nuestra partida fue horrible, en medio de un bombardeo, sin poder despedirnos, tremendo para todos, aunque iba muy contenta, en el barco lloré claro. Estuvimos muy mal los primeros días, los pequeños lloraban y llamaban a sus madres , éramos casi 3.000 y por cada 25 teníamos una andereño. Cuando llegamos a Francia, recibimos muchas atenciones y cariño. Desembarcamos en Burdeos, y de allí nos llevaron a París, estuvimos en colonias 3 meses y cuando empezó el curso se organizó nuestra estancia en casas particulares. Nos llevaron a 15 km de la frontera alemana, nos acogieron distintas familias así que nos separaron a mi hermano y a mí.
Pero siempre estuvimos en el mismo pueblo.
A mí me acogieron en una casa que estaba muy bien, era un matrimonio que tenía un hijo de 25 años combatiendo en España, en las Brigadas Internacionales.”
El resto de la familia, tras la caída de Bilbao es capturada por las tropas franquistas, Gabino fue encarcelado y Angela, junto con sus dos hijas, retenida durante dos meses en San Sebastián.
Durante esos dos meses, Rosa y su hermano no tienen noticias de la suerte de su familia, Rosa escribió a sus abuelos y así supo que su madre y sus hermanas estaban en Logroño y su padre en la cárcel de Ondarreta en San Sebastián.
“No sabíamos nada del paradero de nuestra familia, y yo pensé en mis abuelos y les escribí, fíjate que solo me sabía la dirección a medias, pero a carta llegó a su destino…y allí estaban mi madre y mis hermanas. ¡Qué diana!”
Fueron repatriados en septiembre de 1939 , por petición de su madre.
Su viaje de vuelta a un país devastado por la guerra no fue tan grato como el viaje de ida.
“El viaje de vuelta fue horrible, Alemania ya había invadido Francia y todas las tropas estaban movilizadas, toda Francia estaba llena de trenes, en las estaciones las voluntarias nos repartían café negro, volvimos cuatro niños con una andereño, fue muy distinto a nuestro anterior viaje, ya no eran tiempos de paz para ellos tampoco.”
Fueron entregados en la frontera franco española de Hendaya .
Cruzaron solos el Puente Internacional, y en Irún fueron recogidos por la Sección Femenina de Falange y llevados a una colonia donde estuvieron durante un mes antes de ser devueltos a sus casas.
No fueron buenos tiempos para nadie, menos aún para los hijos de los republicanos.
Rosa recuerda la humillación del régimen de aquel internado de Fuenterrabía y de los trabajadores de los campos de concentración volvían en camiones y pasaban delante del internado saludándolos con el puño en alto.
“Cuando volvimos fue maravilloso…y al mismo tiempo triste, nuestra situación era muy crítica y penosa. Cuando llegamos a Logroño después de dos meses en un internado en Fuenterrabía, nos llevaron al Ayuntamiento, nos hicieron saludar con el brazo en alto, a mí aquello me pareció muy humillante. Mi madre y mis hermanas habían sobrevivido haciendo capotes para el Ejército. Y papá, estuvo muchos años en la cárcel, fue condenado a muerte, luego le conmutaron la pena, le habían confundido con otro que se llamaba igual, salió, pero lo volvieron a detener en San Sebastián, lo juzgaron de nuevo por “ayuda a la rebelión”… cuando lo único que había hecho era dar dos pesetas para los presos… Mi hermano y yo íbamos a verlo y nos daba tanta pena…son recuerdos muy amargos, pero él nunca perdió la esperanza de que la democracia volviera a nuestro país. Nunca dejó de creer en la libertad y la democracia.”
NEUS CATALÀ
Militante de las JSU
“…Ravenbrück mil veces maldito campo. Mi primera impresión es que yo dejaría muy pronto la vida que amaba apasionadamente.
Mi mente enfebrecida buscaba la evasión. Recordaba mi infancia rebelde, mi alegre juventud, el haber organizado la JSUC y ser miembro fundador del PSUC. De haber cumplido estrictamente mis deberes en la Resistencia, de haber resistido los interrogatorios sin denunciar a nadie.
Satisfecha de haber sido feliz en paz con mi conciencia. No fue el espíritu de aventura lo que me llevaría a 2.500kms de mi bella y antigua tierra del Priorat.
Ravensbrück era la cima del áspero monte que el estallido del 18 de julio me hizo escalar.
¿ De que podía quejarme? ¿ De haber sido consecuente conmigo misma, de haber abrazado la causa de los oprimidos, de defender la República española? No, no me quejaba, ni me arrepentiré jamás.
Estuve y estaré siempre al lado de los que ansían justicia y libertad.
Destinada al aparato político y de transmisiones, mis camaradas me concedieron siempre el honor de asistir a sus reuniones, que en los primeros meses y hasta mi detención se realizaban en mi casa.
Como la mayoría de las mujeres fue enlace. Tenía que ir a pie, en bicicleta, en autobús y los autobuses eran automáticamente registrados. “Tienes que aguantar, tienes que aguantar, eres un granito de arena en esta colosal guerra, pero necesaria. Tu puesto está en la lucha. ¡Guerra sin cuartel a los nazis!”
Dos meses de cárcel y una condena sin juicio emitida lacónicamente por un SS que ejercía de juez y de fiscal: condenada a trabajos forzados a perpetuidad.
Ravensbrück el puente de los cuervos…
Allí aprendí a peinarme sin peine, a lavarme sin agua, a aguantar la sed más torturadora que el hambre, a ejercitar el cerebro para qué por encima del cuerpo no se convierta en bestia.
Hoy no siento odio; pero entonces sí que odiaba a los que me maltrataron, a los que atentaron contra mi dignidad y eso era insoportable. Esto solo ya hace necesario mi testimonio.
Pasé mi primera semana de depresión torturando a mis hermanas con mi constante: “¿ verdad que moriremos pronto?” “Si, me contestaban, y tú la primera, porque no comes ni duermes y nos creas mala conciencia con tenernos que tragar tu sopa. Come y calla y no nos contagies tu miedo.”
Eso pasó y ya estaba preparada para afrontarlo todo.
Todos los recuerdos me vienen sin cronología. Instantáneas, gris y negro.
¿ Cómo fue mi primera impresión ? Dante no vió nada, reposa en paz en Rávena .
Los que tuvimos la suerte de volver y recordar que todo lo soportamos por un bello ideal, que te hace sentir infinitamente superior al verdugo, hemos podido soportar con el corazón herido nuestra reinserción en la vida normal. Los más afectados física o mentalmente murieron o se dejaron morir, algunos se suicidaron. ¿ Quién podría llegar al fondo de nuestra tragedia, si nosotros no somos capaces de expresarla?
Allí comprendí la verdad, quizás la más absoluta: alguien que no piensa como tú, puede ser mejor que tú. Allí había muchas comunistas, socialistas, simples patriotas, mujeres de la burguesía, intelectuales, aunque la inmensa mayoría de las presas procedía de las capas obreras y campesinas. Había católicas y testigos de Jehová. Algunas simples judías, zíngaras o mujeres simplemente resistentes…
Aquel maldito campo…
Allí no lloraba por las muertas; las lágrimas a escondidas corrían por el dolor de las vivas. A las ancianas las llamábamos madre, y a las jóvenes les hacíamos creer que las necesitábamos para resistir y las protegíamos discretamente.
La vida en aquel antro de muerte era amada con pasión y el ansia de libertad nos mantenía en pie.
Cuando alguna camarada me decía: “¿ no ves como sufro?” yo le contestaba: “no, la vida es bella, hay que conservarla. Alguna se salvará, todo lo que sufres aquí es para la belleza de otras generaciones, como otros han sufrido por ti. No conoces la historia de Espartaco? Cuando fue derrotado, diez mil fueron crucificados en la Via Appia, pero acabaron con el Imperio Romano y la esclavitud. Yo salí de España perdida la guerra, pero no estoy vencida, estoy aquí encerrada luchando por su reconquista.”
Había una orquesta en e campo, compuesta por violines, iban vestidas como nosotras, pero más limpias y con pañuelo banco. Tenían que ensayar bajo la nieve y el frío del Báltico. La directora dirigía y lloraba.
A sus espaldas, vigilando una kapo y una SS. Enfrente, las chimeneas del horno crematorio siempre en activo, las cenizas de los cuerpos servían de abono. La escasa grasa recuperada en un reguero especial servía para engrasar la maquinaria. También se fabricaba betún. Aún debe quedar servus humando en Alemania.
En el taller, habían especialistas en romper las prensas, en retrasar el ritmo de las máquinas, en menos de un mes el taller se quedó sin herramientas, para la lucha éramos perfectas ladronas: sabotear, sabotear, sabotear…
Los acontecimientos se precipitaban, nosotras saboteando, ellos segando vidas. Fueron insensatos y crueles hasta el último momento.
La mañana del 5 de mayo, cerraron las puertas de nuestros barracones con candados y enormes barras de hierro.
Bloqueados los SS por un cerco de 10 kms, sabíamos que tenían la orden del exterminio total.
A las once y media de la mañana nos liberaba un grupo de guerrilleros, el campo estaba minado para saltar a las doce en punto.
Fui libre y por primera vez lloré lágrimas, no de rabia, sino de sentimiento, ¿qué sería de mi marido (no volvió de los campos) de los míos, de los de la Resistencia en Francia y en España? No quería salir del campo, tenía miedo al regreso.
Habíamos participado con inmensos peligros en la Victoria y eso era lo importante.
La rueda avanza, ¿ Qué no? ¡ Que sí!
TERESA BUIGAS
Militante del PSUC
“Mi nombre es Teresa Buigues i Poveda, tengo 59 años, un hijo de 37 y espero el momento de la jubilación para hacer cosas que antes no he podido hacer, nunca fui a la escuela y comencé a trabajar, como tantos otros niños de mi edad, a los 11 años. Soy comunista y me siento orgullosa de serlo aunque en los días que vivimos no esté de moda, espero continuar siendo de izquierdas hasta el final de mis días.
Nací de padres anarquistas y republicanos, como tantos niños de mi generación conocí el destino reservado para los hijos de los que supieron luchar contra la rebelión fascista del año 1936.
Conocí el papel tan indigno que la Iglesia oficial ejerció contra los perdedores de la guerra de España y las humillaciones que impuso a los más débiles. La incorporación a la lucha clandestina contra el régimen fascista de Franco fue algo natural y necesario.
Solo lamento las horas que esa actividad le robaron a mi hijo en su infancia, pero sin duda alguna, lo haría de nuevo.
Recuerdo los compañeros muertos en “extrañas circunstancias”, los torturados y los que pagaron con largos años de cárcel la lucha por la libertad y contra el fascismo.
Formo parte de la generación, que a pesar de ofrecer los mejores años de su juventud a la lucha de la libertad, sufrimos el trauma de ver morir al asesino dictador en la cama y rodeado de los mejores cuidados.
He odiado a Franco y su régimen y se que nunca podrán pagar todo el daño que le hicieron a la mayor parte de nuestro pueblo, lo que más lamento es que a pesar de los años transcurridos desde la muerte del dictador fascista, sigue sin hacerse justicia con aquellos que con su vida y su libertad hicieron posible que hoy nuestros niños no crezcan como crecimos nosotros.”
MERÇONA Y CARME PUIG ANTICH
Barcelona, 10 de marzo del 74
Desde el día 2, día en que mataron a Salvador, a ti, Salvador, estoy leyendo todas las cartas que me escribías, y también una de las que yo te escribí y que me devolvieron y precisamente era la más bonita para mí.
Recuerdo los muchos buenos momentos que pasé contigo y sobre todo una vez, que viniste a verme a Derets (el pueblo donde estaba trabajando de enfermera)
Recuerdo que estuvimos charlando mucho rato y me dijiste lo que hacías y que hacía 3 años que estabas metido en política y me acuerdo tus últimas palabras que fueron;
“Carme sigue así, que serás una tía cojonuda, te quiero mucho, no sufras por mí, todo irá bien. Adiós preciosa.”
En este papel, podría escribir exactamente todos los momentos buenos y malos que pasamos juntos, pero la verdad es que faltan las palabras y la fuerza, porque la fuerza la tengo que guardar para el resto de los días.

Libro: La historia oral y política de las españolas del siglo XX. Una emotiva obra coral que también es Historia, compromiso, feminismo, militancia, amor, maternidad, tenacidad y supervivencia.